Duodécimo día

Ayer me entretuve en escribir sobre la COVID-19 y el coronavirus de marras. Estaba furiosa. No quise ponerme a escribir lo que hoy, con más serenidad, os voy a contar.

Me niego a seguir escuchando y leyendo opiniones de los agoreros de turno que no saben poner al mal tiempo buena cara; estoy harta de amenazas, de que me intimiden con mensajes apocalípticos, que me vengan con teorías conspiranoicas.
Hay teorías conspirativas que hablan de que las estelas de condensación de los aviones han sembrado el virus por el mundo, ¡por favor! solo infunden miedo, y miedo es lo que sobra.

Me irritan las peticiones de firmas para pedir: que dimita el gerente del hospital por una nota de régimen interno que ha remitido a los trabajadores del centro, que dimita la consejera de sanidad porque ha sido muy injusta en sus declaraciones con los sanitarios, que no se marque en la declaración de la renta la casilla de la Iglesia.... y tantas y tantas majaderías. Lo que tienen que hacer estas personas, es tener memoria de todo lo que estamos pasando el día que se les convoque a las urnas.
En estos días prolifera una clase que es muy numerosa, la de los individuos demagogos y mentirosos. 
También me tienen harta las personas victimistas que se fijan solo en los aspectos negativos y culpabilizan a los demás de lo que pasa, las que se quejan de todo. 
Por otra parte están los que por su afán de notoriedad graban vídeos alarmistas, no puedo con ellos, tanto me da que “su discurso” sea verdad o mentira. En general se está desarrollando un pesimismo excesivo que hace que los que les escuchan o leen se centren en las cosas negativas que suceden y pasen por alto las cosas positivas.
Tampoco me gustan los mensajes demasiado cursis, melosos y sensibleros.

Algunos aconsejan que no se vean las noticias por televisión, que se seleccione la información que nos llega por prensa y radio.
También hay que seleccionar lo que se recibe por Whatsapp.
Yo desde luego lo hago, procuro detectar los bulos, pero sé que muchos no saben como elegir sus fuentes de información, no seleccionan e incluso con la mejor intención, difunden vídeos y noticias que solo infunden temor, inseguridad e irritación.

Nadie conoce lo que va a ocurrir. No hay estrellas que marquen nuestro destino, no hay futuros negros inevitables. Hay que vivir con esperanza.

Es muy difícil mantener el equilibrio entre pesimismo y lucidez para comprender lo que nos está pasando.
No digo que haya que hacer como que no pasa nada, porque sí pasa.

Dijo el gran poeta Antonio Machado: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar», esta es la hora de andar, pero no cada cual por su lado, sino todos juntos, en la misma dirección y con un mismo objetivo, superar esta crisis y mientras dura, alegrar y facilitar la vida a los demás.
Es difícil pero es necesario mantener el equilibrio emocional ahora más que nunca.

Esta crisis nos brinda una gran oportunidad, la de crecer emocionalmente y la de conocernos mejor a nosotros mismos, pero hay que querer hacerlo.
Me voy a reservar el derecho de admisión en el Whatsapp, solo voy a admitir los mensajes graciosos y hoy pongo uno de ellos: 
Estaba conectada por Facetime con Inglaterra y mi familia ha podido oír los aplausos de las 8 pm.
Hasta mañana. Buenas noches.


Prolegómeno al duodécimo día


¿A que os gustan las noticias? todas alegres
¿Qué me decís de las declaraciones de la oncóloga? callada estaría más guapa, ¿qué gana con esa afirmación? es la mejor noticia para los hipocondríacos.
¿ Y la de La Vanguardia? sacada de contexto, es la bomba.
Solo se salva una que seguro que muy pocos leen.