Día cuadragésimo segundo

Ha amanecido el día con el cielo nublado. En Hiscott ha salido el sol.
Mañana los niños van a poder salir a la calle, con condiciones, pero saldrán. 
Creo que cada familia es un mundo, y que cada niño está viviendo el confinamiento de una manera distinta, no es lo mismo ser hijo único que tener hermanos, no es igual estar en un piso de una ciudad o estar en una casa de pueblo; no todos pueden comprender la necesidad del confinamiento y sus consecuencias. Son los padres los que deben de procurar que esta situación sea aceptada  y tolerada de la mejor manera posible.
Los errores de los que nos desgobiernan, si somos benevolentes, pueden ser atribuidos a la novedad de esta situación, pero lo que pasó el día 21 de abril no tiene  disculpas. Cuantas sandeces tuvimos que oír o leer ese día: después del consejo de ministros en el que trataron de las medidas de alivio del confinamiento infantil, la ministra María Jesús Montero dijo: "A partir del día 27 de abril los menores de 14 años podrán acompañar a un adulto en las actividades que permite el estado de alarma", y matiza recordando que se trata de las compras en el supermercado o la farmacia o hacer gestiones en los bancos "sin límite temporal".
El país entero con las manos en la cabeza. Pasadas las horas el Desgobierno rectifica: los menores de 14 años podrán salir a pasear desde el mismo domingo 26 de abril; el ministro Illa no quiso dar más detalles, "Las condiciones concretas las daremos a conocer en próximos días”. 
Y mañana llega el día del alivio del confinamiento para los niños y tal vez en mayor      medida para sus padres.
Las condiciones del paseo han despertado muchas preguntas, algunas de respuesta compleja, pero la mayoría se contestan con sentido común, por desgracia el menos común de los sentidos.
En los jardines, en el monte, en el campo y en la playa no está el virus. El virus está en los pomos de las puertas, en los botones del ascensor, en los pasamanos de escaleras, en las barandillas y eso es lo que no deben de tocar los niños. Y como los niños lo tocan todo pues el padre responsable tendrá que preocuparse de que no lo hagan.        
En la ciudad de Valencia, afortunadamente, muchos niños tienen un jardín a menos de 1      km de casa, el Jardín del Turia, el cauce antiguo del río convertido en jardín y zona de esparcimiento. En mi barrio tenemos muy cerca el Jardín de Viveros. Pueden salir con los  juguetes, ¿juguetes? Pueden ir en bicicleta y patinete “pero siempre acompañados de un adulto”, ya me veo a los padres echando el hígado por la boca, detrás del niño que sale  corriendo como en una estampida. Y luego tienen que “desinfectar la bicicleta”, yo creo  que con que limpien el manillar es suficiente, el virus no está en el suelo, ni los niños chupan las ruedas. Yo el mayor riesgo lo veo en la posibilidad de que sufran alguna caída o algún otro accidente por el que tengan que ir a un centro sanitario, ahí si que esta el virus. En los hospitales el virus campa a sus anchas. Ya lo dije en otra entrada y los datos confirman mi afirmación.
Ayer en Valencia hubo 171 nuevos casos de coronavirus, de ellos 50 sanitarios, 34 “residentes” (como ahora llaman a los mayores que viven en Residencias) y 23 trabajadores de residencias. Hagan cuentas y concluirán como yo donde está el peligro.
Cuando era niña, la vida era de otra manera, ni mejor ni peor, distinta. Los que me conocen lo saben, nací en Valencia en 1951, soy la mayor de 10 hermanos y en mi casa no había televisión ni videoconsolas, teníamos muchísimos libros y teníamos un cuarto, la leonera, en la que había una gran pizarra y un montón de juguetes. Como creo que dije, tenía juegos que en España no se conocían, los que la tía Mariam nos traía de Alemania. Jugábamos en los Viveros y les dábamos de comer a las palomas. Todos los fines de semana salíamos a pasar el día en el campo y comíamos de bocadillo sentados en el suelo o en una lona (el típico pic-nic), Íbamos a Portaceli a coger espárragos, a Canet a coger naranjas o a la playa, y en verano, pasábamos un mes en una masía de la Sierra de Gúdar, a la que teníamos que llegar andando por la montaña o en caballería, no teníamos ni luz, ni agua corriente, ni teléfono. Disfrutábamos de la naturaleza plenamente.   
Creo que los niños de ahora tienen muchas cosas pero no sé si juegan y se divierten tanto. 
Para notar que es fin de semana, no he limpiado la casa, solo he puesto la lavadora y he tendido. He hecho la comida y por la tarde como siempre, un rato de televisión, he estado viendo "Tienes un email", no sé cuentas veces la he visto, me gusta y me gustan las margaritas como a Kathleen Kelly y  a Daniel, en Canet florecieron antes el confinamiento y las pude disfrutar.
A las 19 horas cacerolada sonada, seguro que contra el gobierno, yo no he salido, lo que  me faltaba, estropear las cazuelas por culpa del Gobierno.
Hoy me ha llegado un vídeo del excéntrico Spiriman, un impresentable. Ahora dice que nada de aplausos, que salgamos con sabanas y banderas blancas para reclamar mascarillas y no sé cuantas cosas más. Este tipo ha perdido el norte, el norte lo tiene perdido desde siempre, es del sur, de Granada, se hizo famoso liderando la lucha social por la sanidad pública en Andalucía, pero ha derivado en fantoche que solo sabe insultar y provocar, ha tenido 3 expedientes sancionadores, varios litigios y condenas por su deriva radical. Insulta a todos: políticos, profesionales sanitarios, miembros de la carrera judicial, a todo el que se le cruza por delante. Este individuo es el que al principio de esta crisis se paso semanas diciendo en sus redes sociales que el coronavirus era una enfermedad leve: “Estáis histéricos por un catarrito de nada , estoy harto de alarmistas que opinan sin saber”

Yo seguiré aplaudiendo y ya di mis razones. 
HdA, hoy se ha convocado la "fiesta de los paraguas", hemos salido a los balcones con paraguas que han dado una nota de color al barrio, además de los aplausos de rigor, hoy se ha guardado un minuto de silencio.
Cena, una peli en televisión, la de la TVE-1. A dormir. Mañana será otro día.