Mi tristeza de ayer ha tornado en rabia.
Rabia al ver el espectáculo bochornoso que ayer nos brindaron unos padres irresponsables.
Generalizar no es bueno, no todos son irresponsables pero si muchos, muchos no, muchísimos. Muchos españoles no tienen solución.
Siempre hay una gota que colma el vaso, lo de ayer fue una gota más y en España nos encontramos muy cerca de que el vaso rebose.
Hay muchos padres irresponsables y no solo lo digo por su comportamiento de ayer y además cuando digo padres, me refiero, como dirían los que utilizan el lenguaje inclusivo, a padres y madres.
Todos hemos visto como hay padres que dejan alegremente que sus hijos jueguen en una tienda, en un restaurante o en la playa sin estar pendientes de sus pequeños, pero eso sí pendientes del móvil.
Son personas sin educación o mal educados por los mayores, que para evitar que sus hijos sufrieran las carencias que ellos padecieron, les han dado todos los bienes materiales posibles e imposibles pero no les han educado en valores.
La crisis de este país no es solo culpa del coronavirus, es fruto de la falta de principios morales.
En el mejor de los casos, se ha confundido la "educación" con la “enseñanza” y se han dejado de transmitir valores.
Falta principios éticos; respeto, justicia, responsabilidad, sacrificio, honestidad son valores que no están de moda, no se valora el esfuerzo, no se tolera la frustración.
Se tiene un exceso de "libertad", un exceso de poder, se creen que todo lo saben, que hay que hacer y decir lo que les da la gana, ofenden e insultan impunemente.
La falta de respeto a los mayores, a las instituciones y a las tradiciones es el germen de muchos de los problemas que tenemos.
En el fondo son personas inmaduras emocionalmente, que huyen del compromiso, son egoístas.
Por decirlo de forma suave se puede decir que sufren del síndrome de Peter Pan, un problema muy extendido en la sociedad moderna.
Las personas con síndrome de Peter Pan se caracterizan por su inmadurez en ciertos aspectos psicológicos. Pueden ser irresponsables, rebeldes, narcisistas, arrogantes, y viven en la creencia de que están más allá de las leyes de la sociedad y de las normas establecidas. Vamos, se creen los reyes del mambo y desprecian a todos los que no somos como ellos y nos consideran, como poco, bobos. Son incapaces de pedir las cosas por favor, de dar las gracias y pedir perdón. Y lo peor, son una generación incapaz de educar en valores a sus hijos y así de forma exponencial crece el problema.
Ilusa de mí, creía que esta situación les había enseñado algo.
El futuro que nos espera es desalentador, no tanto por la falta de vacunas y de tratamientos para la Covid-19, sino por falta de valores éticos y falta de una buena educación.
Decía Pitágoras hace ya unos cuantos años: “Educad al niño y no será necesario castigar al hombre”.
El amor, el apoyo, la autoridad y el ejemplo de los padres son irremplazables para la educación de los niños.
Antonio Escohotado, un filósofo como el ministro de Sanidad, decía que: “Un país no es pobre ni rico porque tenga petróleo, es rico porque tiene educación. La riqueza es conocimiento que permite el respeto ilimitado por los demás”.
Dijo Winston Churchill que "cada pueblo tiene el gobierno que se merece"y los gobernantes manejan a la sociedad según lo que les interesa. Es un círculo vicioso que nos va a conducir al desastre.
En esta España de mis pecados, no hay políticos vocacionales con altura de miras, que piensen en seguir cuidando del bienestar de las personas, que protejan la naturaleza y que mantengan lo que tenemos gracias al trabajo y sacrificio de nuestros padres y abuelos.
En más de una ocasión he dicho que como a Unamuno, me duele España, el dolor que por mi patria siento, está ya casi en el cuarto escalón de la escalera analgésica de la OMS, empieza a ser insoportable, voy a necesitar cuidados paliativos.
Hoy nada me ha hecho gracia, solo me conforta la Fe. Con estos pensamientos escritos no quiero entristecer a nadie, me he desahogado y espero que si alguno se identifica conmigo, sepa que no está solo y me gustaría procurarle consuelo.
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.” Mateo 5:4
La lista de la compra ya era larga y he salido a comprar con el "uniforme de salir de casa" incluidos los pendientes. He bajado a Mercadona, nada de cola al entrar, estaba bien abastecido (bueno faltaba levadura química) y tampoco cola en la caja; como siempre, todos los empleados muy amables y el comentario del día era la irresponsabilidad demostrad ayer por los adultos que salieron con los niños.
El resto del día tranquilo, voy a empezar una labor, voy a hacer un westie de amigurumi porque solo me queda una madeja de algodón blanco, una pequeña replica de Bruno para regalar a mi amigo Luis.
No sé si influidos por la cacerolada con la que algunos vecinos silenciaron los aplausos, los jóvenes del CollVert no han salido a aplaudir, yo tampoco he aplaudido y solo he salido cuando ha sonado el himno nacional. Precisamente ahora que notaba los beneficios del entrenamiento en los aplausos; al principio al instante de empezar a aplaudir me dolían los hombros, el cuello y me escocían las palmas de las manos, los últimos días resistía mucho más tiempo aplaudiendo, había mejorado la técnica del aplauso al aplaudir con los músculos trapecios relajados.
Cena, un rato de televisión y espero levantarme mañana más serena, pero no me voy a conformar con la degradación moral de esta sociedad.
Buenas noches.






