Día quincuagésimo

Hoy domingo se celebra el día de la madre. Cuando yo era niña, el día de la madre se celebraba el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada.
Lo mejor del día, la foto de las flores del jardín de Lucia que me ha mandado por WhatsApp por ser mi hija y la conexión por Skype con Inglaterra
Llevamos 50 días “confitados” como dice Herrera en la Cope. 50 un número que me gusta.
El cuadro de Goya que hoy procedería mostrar es el que representa Los fusilamientos de la montaña del Principe Pio, que ocurrieron tal día como hoy 3 de mayo de 1808, ero ayer ya lo mostré transformado en meme. Por eso hoy os muestro “La carga de los mamelucos” que ocurrió el día 2 de mayo.
Los efectos indeseables de la Covid-19 van a ser muchísimos, muchos más que los que a primera vista puedan parecer. Y como una imagen vale más que 1000 palabras, la imagen que pongo, que es una representación metafórica de las consecuencias del coronavirus, me ahorra muchas palabras. Está en inglés pero lo que pretendo mostrar se entiende.
El día 10 de confinamiento, ya advertí, que más importante que preocuparse de la  condición física  en el confinamiento, era el entrenamiento mental. Un entrenamiento para una carrera de fondo, y no de 5.000 o de 10.000 metros, esto es más que una  maratón.
Un estudio publicado por la Revista The Lancet  indica que la cuarentena suele ser una experiencia desagradable para quienes la padecen, es una situación que nos separa de los   seres queridos, perdemos libertad, vivimos con temor e incertidumbre y esto puede conllevar efectos dramáticos. El impacto psicológico del confinamiento es inevitable.
Una persona recluida durante mucho tiempo en una casa, aunque esté acompañada, puede desarrollar un cuadro que se denomina “cabin fever” y que se traduce al castellano como síndrome de la cabaña.
Las personas pueden presentar temor, nerviosismo, tristeza, culpabilidad, ira, insomnio,   depresión y un largo etcétera de sentimientos negativos. He incluso pasado el confinamiento los síntomas de estrés postraumático y depresión pueden perdurar durante varios meses.
La fiebre de la cabaña se ha reflejado en la literatura, por ejemplo en “Novela de ajedrez” la última novela de Stefan Zweig escrita poco antes de su suicidio, (un autor que me parece que le encanta a mi amigo Luis), también en “Crimen y castigo” de Dostoyevski. En el cine aparece en “La quimera del oro” de Chaplin, en la que hay una escena particularmente cómica, cuando muerto de hambre se come los cordones del zapato como si fueran spaghetti.
Y también aparece en un episodio de los Simpson: “La montaña de la locura”, cuando Homer queda encerrado con el señor Burns en una cabaña aislados por la nieve.
En vez de tantas normas tontas para la desescalada, hubieran acertado dando pautas para la prevención de los problemas psicológicos que la gente va a tener.
Esta mañana me ha dado casi un ataque de risa cuando he oído en la radio algunas de las normas por las que se tiene que regir las peluquerías cuando habrán mañana: “ no se podrán utilizar los servicios (entiéndase WC) a menos que sea necesario”, no sabía yo que  la gente iba a la peluquería a hacer “sus necesidades”, por decirlo de una forma fina.
Sigo sin conocer el misterio de las compras masivas de papel higiénico cuando empezó el   confinamiento.
Ayer sábado, el primer día de la fase 0, ya hubo victimas de la “descalabrada” en Valencia. Yo tampoco voy a salir hoy, a las seis de la mañana, a la hora que empieza “mi  turno”, todavía era de noche.
La única fase de la desescalada que me interesa es la que me permita ir a comprar al “chino”. Y me dan lo mismo las palabras de ayer del presidente Sánchez: «No hay plan B. Todos los países están utilizando una instrumento semejante al que  nosotros estamos…”
 
El confinamiento terminará para mí el día que se abra el espacio aéreo en Europa. Lo demás no me importa.

Creo que en este momento ya hemos llegado a reconocer lo felices que éramos sin saberlo, haciendo cosas sin importancia que ahora no podemos ni soñar. Hemos de valorar lo que tenemos.
El confinamiento nos ha permitido reflexionar sobre la necesidad de vivir más despacio y con menos cosas.
Espero que la experiencia haya servido para no volver a cometer algunos errores que se han cometido. Pero hay irresponsables que no aprenderán nunca.
Cuando nos encontremos no me abracéis, no me deis besos; soy un cardo borriquero como decía mi abuela. Nunca me han gustado los saludos efusivos, me molesta que gente que no conozco de nada y me acaban de presentar, me salude con un abrazo o un par de  besos. Prefiero el saludo japonés o como recomienda Angela Markel "se puede cambiar el apretón de manos por una mirada a los ojos con una sonrisa".
Como esto se está prolongando mucho más de lo que podía imaginar, hace unos días decidí poner punto final al "Diario del confinamiento", y ese día ha llegado. He publicado durante 50 días lo que se me iba ocurriendo, no he agotado los temas pero no voy a seguir. Volveré a escribir en el blog “Cosas mías”, mi blog de siempre, el día 13 de este mes cumplirá 13 años, muchos años para un blog.
Quiero dar las gracias a todos los que me habéis seguido, a los que han hecho comentarios y a los que no. Gracias Marina C.  Salvador, Marina P, Lola, Luis Ángel, Amparo, Fina, Marian, Herminia, Mercedes, Rafa, Pepe, Felipe, Luis Fernando, Cristina, Celso, Carmen, a vosotros os “he pillado”; gracias a todos por vuestra benevolencia.
El 1 de mayo ”Anónimo” en su comentario adivinó el final del blog. Cuando tenga tiempo pasaré a Pdf las entradas del blog;  es el premio que pensaba dar al que acertara la fecha pero no sé quien es. Puedo "repartir premios para todos", si alguno de los lectores del blog quiere el Pdf que me escriba un email a laleschapa@gmail.com y se lo mandaré en cuanto lo tenga y pueda.

Escribiendo me he sentido más cerca de vosotros, me gustaría pensar que os he entretenido. He procurado no hacer una abstracción selectiva de lo que me ha ocurrido, para reflejar mejor el día a día del confinamiento. A mi me ha servido para desahogarme aunque no fue ese el propósito que me marqué al empezar, mi objetivo fue el conservar la “memoria” de una época singular.
Tened esperanza y hasta siempre.