Día cuadragésimo séptimo


Laboratorios de todo el planeta han empezado una carrera contrarreloj para dar con la vacuna que frene el progreso de la pandemia de la Covid-19.

Pero el mayor problema no es diseñar la vacuna, sino comprobar su seguridad y eficacia en los humanos, lo que puede tardar al menos un año.

Ya en enero se publicaban noticias sobre la creación de la vacuna y como ocurre con la publicación de muchos avances en Medicina, se lanzaron las campanas al vuelo.
La vacuna es una preparación que trata de generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos. Esta preparación es un "medicamento biológico" creado a partir de microorganismos (bacterias o virus), muertos o atenuados, o productos derivados de los mismos.

La vacuna genera en el organismo inmunidad frente a una determinada enfermedad, estimulándolo para que produzca anticuerpos que actuarán protegiéndolo frente a futuras infecciones, el sistema inmune podrá reconocer el agente infeccioso y lo destruirá.

Realmente lo que hacen las vacunas es engañar al organismo y concretamente al sistema inmunológico, haciéndole pensar que está siendo atacado por un agente infeccioso y obligándole a defenderse.
El inventor de la vacuna fue Edward Jenner, un médico rural ingles, de Berkeley. Él conocía la variolización, una técnica de profilaxis de la viruela  antiquísima, utilizada en China e India y que había llegado a Inglaterra en 1717 gracias a Lady Montagu, esposa del embajador inglés en Constantinopla.
A Jenner, que era un gran observador,  se le ocurrió la idea de la vacuna al escuchar a una granjera de Sodbury decir:  "Yo nunca tendré la viruela mala porque he tenido la viruela de las vacas”. Estuvo veinte años estudiando este fenómeno y la forma de desarrollar el método de inmunización, sus estudios culminaron con la creación de su vacuna. El 14 de mayo de 1796, Jenner probó su vacuna inoculando a James Phipps, un niño de ocho años, hijo de su  jardinero. Raspó con el pus de las ampollas de la viruela de las manos de una ordeñadora infectada de la viruela vacuna por una vaca llamada Blossom (cuya piel actualmente cuelga en la pared de la Biblioteca de la Escuela de Medicina de San Jorge, en Tooting).
Más tarde Pasteur en el año 1880 descubrió la vacuna frente a la rabia, y está considerado el padre de la vacunología científica.
El quinto día de confinamiento comenté algo sobre la expedición de Balmis, el español que llevo al Nuevo Mundo la vacuna de la viruela.
Las vacunas constituyen, junto a la potabilización del agua, una de las medidas sanitarias que mayor beneficio han producido y siguen produciendo a la humanidad.  Previenen enfermedades que antes causaban grandes epidemias y muchas muertes.
Las vacunas benefician tanto a las personas vacunadas como a las personas no vacunadas que viven en su entorno. Con ellas se consigue la inmunidad de grupo, o inmunidad de rebaño.
La inmunidad de rebaño, también conocida como inmunidad colectiva, se da cuando un número suficiente de individuos están protegidos frente a una determinada infección y actúan como “cortafuegos” impidiendo que el agente infeccioso llegue a los que no están protegidos.
Angela Merkel a principios de marzo dijo: “Como el virus ya está aquí y la población no es inmune, ni hay una vacuna ni terapia, entre el 60% y el 70% de la población acabará infectada”.
En el caso de SARS-CoV-2 se ha calculado que la inmunidad de rebaño se podría conseguir cuando más del 70 % de las personas estén protegidas.
Cuando gran parte de la población ha superado la enfermedad, se han vuelto inmunes a ella y en teoría no pueden contagiarse ni ser contagiados, así se frenan los casos, se consigue la inmunidad de rebaño.
Esta inmunidad de rebaño se hizo famosa en esta crisis, cuando Boris Johnson anunció la estrategia de su Gobierno para combatir el coronavirus.
El Gobierno británico decidió seguir una estrategia en cuatro fases para detener el avance del coronavirus.
La primera fase fue la de contención, aislando a los primeros casos, buscando a los contactos y manteniendo su cuarentena.
La segunda fase, denominada de retardo, consistía en proteger a los más vulnerables (ancianos y enfermos crónicos) pero dejando que el coronavirus se propagara entre el resto de la población. El objetivo de esta segunda fase era que se infectaran un número suficiente de personas como para adquirir inmunidad de rebaño.
El fallo de esta idea, que tampoco era tan descabellada, fue el creer que en la fase de retardo la población se iría infectando paulatinamente, sin colapsar el sistema sanitario y que daría tiempo a conseguir los avances médicos necesarios para vencer al virus (tratamiento y/o vacuna), pero esto no ocurrió.
Se equivocaron con sus previsiones y tuvieron que cambiar a la estrategia que otros países han seguido. Las medidas no son tan rígidas como aquí.
Si le hubiera salido bien, hubiera sito una jugada maestra, pero como no le salió bien, ahora solo le llueven críticas.
Parece que estuvo mal aconsejado por Dominic Cummings consejero del primer ministro que es licenciado en Historia Antigua y Moderna por Oxford.
Por ello el ex asesor científico del gobierno, David King, dijo que le parecía sorprendente que los asesores políticos se pudieran entrometer en cuestiones científicas: "If you want scientific advice, it is tremendously important that it does not have any political bias."  (Si desea asesoramiento científico, es tremendamente importante que no tenga ningún sesgo político) ¿os suena esto de  algo?
El sueño de todo epidemiólogo es que se alcance la inmunidad de grupo en todas las infecciones.
Yo tuve una mala experiencia con la vacuna de la gripe estacional; hace muchos años, cuando empezó la vacunación del personal en el hospital, me vacunaron; la vacuna me dio una gran reacción y pasé la peor gripe que he pasado nunca, con fiebre muy alta y me dejó una ageusia durante varias semanas. Cuando al principio de la crisis por el coronavirus comentaron que algunos pacientes habían sufrido perdida de la capacidad de apreciar los sabores (ageusia)  me acordé de mi primera y única vez que me he vacunado contra la gripe.
Esperemos que lo antes posible se encuentre una vacuna eficaz contra el SARS-CoV-2.
Mientras tanto protejámonos con lo que tenemos y está probado que funciona: extremar las medidas de higiene, hacer especial  hincapié en el lavado de manos,  reducir el contacto personal, lo que ahora se  llama distanciamiento social  y utilizar mascarilla, cualquier mascarilla es mejor que nada.
Seamos responsables y no actuemos solo cuando  nos lo impongan, hagamos uso de la libertad de decidir sobre nosotros mismos. 


Las noticias de hoy son las reacciones al "maravilloso"  Plan de Transición hacía una  Nueva Normalidad; no le ha gustado a nadie. Y lo mejor, la respuesta de la ministra Ribera ante las críticas al plan por parte de los hosteleros. Solo le ha faltado añadir: "y que les den".
No me gusta nada las franjas horarias a la que desde el sábado podré salir a pasear, de 6 a 10 horas y de 20 a 23 horas, me gusta más el horario de los mayores de 70 años. La señora Ribera, me diría "pues que no salga".
Tarde tranquila y noche también.
Hasta mañana.