Si hoy fuera un
lunes normal esta tarde “tendría plan”.
La preocupación por
el medio ambiente me la inculcó mi madre desde que tengo uso de razón, el
respeto por la Naturaleza lo llevo en el ADN. Cuando en España no se hablaba de
ecología en mi casa ya éramos ecólogos y ecologistas (que no es lo mismo). Y he
de reconocer que también hay “ecologistas fundamentalistas” y “ecologistas
coñazo” como describe Alfonso Ussia en su “Manual del ecologista coñazo” ( un
libro divertido).
Y todo este preámbulo
justifica que en mi casa, en la ciudad, tenga un “ecoparque” en el lavadero en
el que voy depositando el vidrio, el papel y los plásticos, latas y bricks. Este tipo de deshechos lo bajo a los
contenedores de la calle que tengo justo debajo de casa. Pero hay otro tipo de
materiales que llevo al ecoparque móvil de la plaza de Benimaclet. Allí llevo el
aceite usado, las cápsulas de café, las pilas y cables y aparatos electrónicos que
se estropean y no se pueden arreglar. El camión del ecoparque está en la plaza
los lunes de 17.30 a
18.30.
He pensado que una de las ventajas de este confinamiento es que al restringirse los
movimientos de personas las calles están más limpias, la menor circulación de vehículos
y de aviones hará disminuir la
contaminación del aire. Algo es algo, hay que pensar en todo.
No creo que esta
situación modifique la contaminación de los acuíferos.
A mitad de marzo los
titulares de prensa se hacían eco de un efecto positivo del coronavirus. Las
aguas de Venecia estaban claras. Es verdad, pero no hay que ser tan ilusos y
creer que las aguas realmente están tan limpias como a todos nos gustaría. Las aguas de la laguna de Venecia se limpian
por efecto de las mareas, de lo contrario la pestilencia de los canales seria
insoportable.
La ausencia de
turistas por la pandemia del coronavirus ayuda sin duda a reducir la
contaminación de las aguas de Venecia.
El agua se ve más
clara al haberse reducido de forma muy notable el tráfico de Vaporettos, taxis acuáticos y barcazas, y esto
permite que los sedimentos se queden en el fondo.
Los canales siempre
han tenido vida, pero ahora es visible por la transparencia del agua.
Cuando vuelva el
tráfico a los canales volverá la turbidez de sus aguas. Una pena pero el aspecto del agua
volverá a ser opaco tras la cuarentena.
Afortunadamente no
tengo tendencia a la obesidad, no hago deporte para conservar la línea, me
encanta comer; si no engordo se lo debo a la genética y a que soy muy activa. Pero
como no estoy sola no puedo pensar solo en mí. En estas tres semanas de
confinamiento ya nos hemos comido entre dos, 3 bizcochos de naranja, 1 bizcocho de
chocolate y unos cuantos tarros de lemon curd (el lemon curd es el relleno del
lemon pie).
Se me ocurrió hacer
este postre para no tener que hacer un lemon pie y además disminuir la ingesta
de calorías. Se hace en un momento y está riquísimo.
También sugiero,
para no acabar el confinamiento como bolas, hacer biscotes con el pan que se
queda duro; lo propio de la Semana Santa sería hacer torrijas; la torrija es un
dulce muy rico pero es una bomba de calorías: pan, leche, azúcar, rebozado de
huevo y aceite, casi nada. Los biscotes de mi
propuesta los hago de un modo muy sencillo, cuando el pan empieza a estar duro,
antes de llegar a consistencia piedra, lo corto en rebanadas muy finas de medio
centímetro, las pongo en la bandeja del microondas expendidas y en 8 minutos a
media potencia se consiguen unos biscotes que se pueden guardar en un tarro,
son muy útiles y se conservan mucho tiempo.
Día nublado y tranquilo.
HdA, cena, un rato de tele y a dormir.
Hasta mañana.







Vaya pinta los lemon curd. Yo creo que triunfarían en Nochebuena.
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