Día vigésimo tercero

Si hoy fuera un lunes normal esta tarde “tendría plan”.
La preocupación por el medio ambiente me la inculcó mi madre desde que tengo uso de razón, el respeto por la Naturaleza lo llevo en el ADN. Cuando en España no se hablaba de ecología en mi casa ya éramos ecólogos y ecologistas (que no es lo mismo). Y he de reconocer que también hay “ecologistas fundamentalistas” y “ecologistas coñazo” como describe Alfonso Ussia en su “Manual del ecologista coñazo” ( un libro divertido).
Y todo este preámbulo justifica que en mi casa, en la ciudad, tenga un “ecoparque” en el lavadero en el que voy depositando el vidrio, el papel y los plásticos, latas y bricks.  Este tipo de deshechos lo bajo a los contenedores de la calle que tengo justo debajo de casa. Pero hay otro tipo de materiales que llevo al ecoparque móvil  de la plaza de Benimaclet. Allí llevo el aceite usado, las cápsulas de café, las pilas y cables y aparatos electrónicos que se estropean y no se pueden arreglar. El camión del ecoparque está en la plaza los lunes de 17.30 a 18.30.
Esta tarde no voy a poder ir y ya tengo muchas cápsulas almacenadas.
En Canet mi ecoparque es muy completo, con la materia orgánica hago compost para el huerto y el jardín.
He pensado que una de las ventajas de este confinamiento es que al restringirse los movimientos de personas las calles están más limpias, la menor circulación de vehículos y de aviones  hará disminuir la contaminación del aire. Algo es algo, hay que pensar en todo.
No creo que esta situación modifique la contaminación de los acuíferos.
A mitad de marzo los titulares de prensa se hacían eco de un efecto positivo del coronavirus. Las aguas de Venecia estaban claras. Es verdad, pero no hay que ser tan ilusos y creer que las aguas realmente están tan limpias como a todos nos gustaría.  Las aguas de la laguna de Venecia se limpian por efecto de las mareas, de lo contrario la pestilencia de los canales seria insoportable.
La ausencia de turistas por la pandemia del coronavirus ayuda sin duda a reducir la contaminación de las aguas de Venecia.
El agua se ve más clara al haberse reducido de forma muy notable el tráfico de Vaporettos, taxis acuáticos y barcazas, y esto permite que los sedimentos se queden en el fondo.
Los canales siempre han tenido vida, pero ahora es visible por la transparencia del agua.

Cuando vuelva el tráfico a los canales volverá la turbidez de sus aguas. Una pena pero el aspecto del agua volverá a ser opaco tras la cuarentena.

Afortunadamente no tengo tendencia a la obesidad, no hago deporte para conservar la línea, me encanta comer; si no engordo se lo debo a la genética y a que soy muy activa. Pero como no estoy sola no puedo pensar solo en mí. En estas tres semanas de confinamiento ya nos hemos comido entre dos, 3 bizcochos de naranja, 1 bizcocho de chocolate y unos cuantos tarros de lemon curd (el lemon curd es el relleno del lemon pie).
Se me ocurrió hacer este postre para no tener que hacer un lemon pie y además disminuir la ingesta de calorías. Se hace en un momento y está riquísimo.
También sugiero, para no acabar el confinamiento como bolas, hacer biscotes con el pan que se queda duro; lo propio de la Semana Santa sería hacer torrijas; la torrija es un dulce muy rico pero es una bomba de calorías: pan, leche, azúcar, rebozado de huevo y aceite, casi nada.  Los biscotes de mi propuesta los hago de un modo muy sencillo, cuando el pan empieza a estar duro, antes de llegar a consistencia piedra, lo corto en rebanadas muy finas de medio centímetro, las pongo en la bandeja del microondas expendidas y en 8 minutos a media potencia se consiguen unos biscotes que se pueden guardar en un tarro, son muy útiles y se conservan mucho tiempo.
Día nublado y tranquilo. 
HdA, cena, un rato de tele y a dormir.
Hasta mañana.

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